Dr. Ricardo Valdetarro
En el año 1982 tomé contacto con el ECP, haciendo el curso de formación como
terapeuta en el CEPOR. Desde entonces he tratado de aprehender e incorporar las
actitudes básicas a mi tarea profesional y, en la medida de mis posibilidades, a la vida
cotidiana. Obviamente, creo firmemente en la facilitación que las mismas implican en un
proceso terapéutico. He podido comprobar su invalorable importancia, a través de los
resultados obtenidos por muchas de las personas que consultan y son asistidas desde esta
modalidad. Así mismo pude escuchar testimonios de consultantes que abonaban este
acerto, pero siempre resultaban poco precisos, amén de cargados de afectividad.
(Considero prácticamente inevitable el surgimiento de cálidos sentimientos a lo largo de
una terapia, en especial cuando los resultados de la misma resultan satisfactorios para el
que acudió solicitando ayuda en el plano emocional).
De todas maneras, siempre me intrigó saber cómo se perciben “desde el otro lado”
la Aceptación Positiva Incondicional, la Comprehensión Empática y la Congruencia, cuando
las mismas han estado adecuadamente presentes en el proceso terapéutico.
En el mes de Noviembre del año 2.004, recibí una hoja manuscrita, de manos de
Laura V, una mujer a la cual asisto desde Abril de 2.003, aclarándome humildemente que
había escrito un par de “estupideces”.
En el sobre, rezaba la siguiente frase, que había leído en los pasillos de una
galería: “El gesto de paz por excelencia es que aceptes al otro”.
A renglón seguido, transcribo textualmente el contenido del escrito.
NO LÁSTIMA, NO LASTIMA…NO LAS TIMA
Ustedes los terapeutas tienen una mirada que funciona. Deja una sensación …, al
irse uno… que desconcierta. No hay lástima, no hay consuelo.
Uno se va cada vez, sacando la primera conclusión: “lo harté con mis estupideces”,
ahora estará pensando: “al fin se terminó la hora”.
Pero, esa primera conclusión no cierra. Si bien esa mirada no es de lástima,
tampoco desvaloriza, lo que sí coincide con lo que fue la conversación, donde uno captó la
entrega, el deseo de ayudar. Ese ser que preparó su mente para esto, ahora está a mi
disposición para ayudarme. Si me está ayudando alguien valioso, no puede, por su propia
definición, ayudar a alguien que no lo es. No puede ser a la vez valioso y tonto como para
no ver que no merezco el esfuerzo, entonces: no me tiene lástima porque yo también
debo ser valiosa.
Sin captar cómo, un día, esa mirada sin lástima, no lastima; al contrario, eleva,
ilumina, apacienta, place.
Uno puede recordarla como la mirada más pura recibida de un adulto.
SALIR DEL TERAPEUTA
Una cámara debería haber a la salida del consultorio del terapeuta. No, mejor un
camarógrafo que me siga aunque sea una o dos cuadras. Es decir, que yo lo siga a él sin
saberlo, para que pueda hacer la toma de mi cara, de ser posible, en primer plano.
Sería una colección perfecta de la impresión que se fijó en mi mente en cada
sesión.
Es como si hubiera vivido los 43 años de mi vida sin haber conocido el agua en
ninguna de sus formas, ni usos. Concretamente, no conocía el agua y cada encuentro
consiste en conocerla. Es así como me muestra gotas, chorros, lagunas, océanos. Me
muestra que el agua moja, se escurre, lava, se evapora, se congela y que el contacto
puede ser placentero, útil o terrible, doloroso, y así, sus casi infinitas posibilidades.
Yo no conocía el agua, no porque no hubiera en mi planeta, sino porque yo no
llegaba a captarla. Cuando la veía creía que era otra cosa. La tocaba en momentos
inoportunos. A veces estaba congelada y tenía que dejarle la piel para poder despegarme;
otras estaba hirviendo y seguía quemando mucho después de haberme alejado.
Bueno, ir al terapeuta es como que me expliquen el agua. Es obvia, debía ya
conocerla, pero no es así y me parece que hasta me va a enseñar a nadar.
Lo primero que cabe aclarar es que la mujer que escribió lo precedente no tiene
conocimientos de Psicología ni de ninguna disciplina afín y es una comerciante que
sobrevive con una pequeña casa de artículos de librería y sólo completó estudios
secundarios. Considero necesario efectuar estas precisiones para despojar el contenido de
influencias o contaminaciones “culturales o culturosas”.
Debo reconocer que sufrí un fuerte impacto al leer el texto. Me conmovió
profundamente por dos razones. La primera es la inmensa satisfacción que nos embarga a
los terapeutas cuando nos confirman de un modo irrefutable que, en verdad, hemos podido
ayudar a alguien, facilitando su despliegue personal y el desarrollo de sus potencialidades.
La segunda razón de mi conmoción radica en la respuesta clara, precisa y además bella y
poéticamente expresada al interrogante que planteé al principio de este trabajo.
Me resultó maravilloso ver plasmado en el título de la primera parte la fuerte
impronta que significa, en primer lugar la API y continuando a ésta, la Empatía y la
Congruencia..
Las tres partes de dicho título resultan reveladoras:
NO LÁSTIMA
Nos ilustra sobre el cambio direccional y actitudinal que implica en el o la
consultante, cuando ve frustrada su primera búsqueda: la lástima. De recibirla, confirmaría
la descalificación interna que vive. De ahí al empantanamiento en la autocompasión, como
un modo de goce del sufrimiento, hay un paso.
El terapeuta del ECP, comprehenderá empáticamente su sufrimiento, sin
identificación alguna, al mismo tiempo que le transmitirá la aceptación de la persona del
consultante “tal como está y tal como viene”. En “El Libro Tibetano de la Vida y de la
Muerte”, su autor, Sogyal Rimpoché, cita al terapeuta Stephen Levine, quien nos ilustra en
forma por demás elocuente sobre este tema: “Cuando tu miedo toca el dolor de otro, se
convierte en lástima; cuando tu amor toca el dolor de otro, se convierte en compasión”.
En el mismo texto, Sogyal Rimpoché amplía el concepto de compasión: “No es la
sensación de lástima o interés por la persona que sufre, ni es solamente un afecto sincero
hacia la persona que tenemos delante, ni solo un claro reconocimiento de sus necesidades
y su dolor; es también la determinación sostenida y práctica de hacer todo lo que sea
posible y necesario para contribuír a aliviar su dolor. La compasión no es auténtica
compasión si no es activa.
Por su parte, Jean Paul Sartre, en el Capítulo I de la Tercera Parte de “El Ser y la
Nada”, describe, en primer lugar, la Vergüenza, como un modo de conciencia no reflexiva
que sólo puede concebirse como “vergüenza ante alguien”. Más adelante, al discurrir sobre
la Mirada, vierte los siguientes conceptos:
-“El ser visto por otro es la verdad del ver al otro”.
-“El prójimo es, por principio, aquel que me mira”
-“…captar una mirada no es aprehender un objeto-mirada en el mundo, sino tomar
conciencia de ser mirado”
-“la vergüenza o el orgullo me revela la mirada del prójimo, y a mí mismo en el
extremo de esa mirada; me hace vivir, no conocer, la situación de mirado”.
-“Captarme como visto, es captarme como visto en el mundo y a partir del mundo”
-“Con la mirada ajena, la situación me escapa…:ya no soy dueño de la situación”.
-“Ser mirado es captarse como objeto desconocido, de apreciaciones incognoscibles, en
particular, de apreciaciones de valor…Un juicio es el acto trascendenttal de un ser libre.
Así, ser visto me constituye en un ser sin defensa para una libertad que no es la mía”
-“Vergüenza, temor y vanidad son mis reacciones originarias; no son sino las
diversas maneras de reconocer al Prójimo como sujeto fuera de alcance”.
-“Yo me avergüenzo de mí ante otro. Si una de estas dimensiones desaparece, las
vergüenza desaparece también”.
Tomando como puntos de referencia los párrafos citados y trasladándolos a la
particular relación terapéutica, podemos tener una dimensión precisa de todo lo que se
pone en juego en la misma, en especial para la persona que consulta, quien no sólo acude
con su carga de conflictos sino que “se ve expuesto a la mirada del terapeuta”; “ese
prójimo que lo mira, que desencadena su vergüenza, ante el cual queda sin defensas, en
una situación que se le escapa y que implica el riesgo de ser objeto de juicios de valor”.
En este punto cobra una enorme relevancia la Aceptación Positiva Incondicional, como así
también la transmisión clara de la misma al consultante. Si la mirada del terapeuta (y en
la mirada estamos incluyendo todo lo que el terapeuta comunica verbal, gestual o
actitudinalmente) devuelve la plena aceptación, comienza el proceso de revaloración de la
persona asistida. No puede ser más esclarecedora la frase de Laura cuando expresa que si
alguien a quien ella considera valioso (el terapeuta), no sólo no le tiene lástima, sino que,
además se pone a su servicio para ayudarla, es que ella también ha de ser valiosa. La
vergüenza, por tanto, comienza a diluírse.
NO LASTIMA, NO LAS TIMA
Con este juego de palabras, está implícito el mensaje de Laura. Esa mirada, al carecer de
lástima, no lastima, es decir, no descalifica ni humilla. Y, por último, los que están
subyacentes en “No las tima”, son los conceptos de Comprehensión Empática y
Congruencia. El terapeuta, no sólo trató de captar lo más profundo de las percepciones
emocionales del consultante, sino que proveyó a la relación un importante quantum de
autenticidad, estando ahí y siendo quien, genuinamente, es, quedando excluída cualquier
forma de timo o estafa.
SALIR DEL TERAPEUTA
En este segundo escrito, Laura nos está hablando metafóricamente de las emociones y los
sentimientos y, en particular de las garndes dificultades que tiene el ser humano para, en
principio, re-conocerse en las mismas, en acepatrlas luego y finalmente, poder encontrar
los canales adecuados para la expresión clara, directa, eficaz y, hasta donde sea posible,
placentera de los mismos.
Resulta obvio que cuando el estado de incongruencia interno es intenso, gran parte de
nuestros sentimientos resultan ajenos y desconocidos. No se puede contactar con ellos.
Pero, están. “Yo no conocía el agua, no porque no hubiera en mi planeta, sino porque yo
no llegaba a captarla.”
Este es el lugar donde opera la psicoterapia. Citando a mi querido Maestro, Manuel Artiles,
podemos decir que “La Psicoterapia es una experiencia emocional correctiva de las
significaciones emocionales vividas por el consultante.”
Laura advierte muy lúcidamente lo que está aconteciendo en su mundo interno (la
paulatina “corrección” de sus particulares significaciones emocionales vividas), como
consecuencia de su propio proceso terapéutico y, por lo tanto, alberga la esperanza de
“hasta aprender a nadar”.
XII Encuentro Latinoamericano del Enfoque Centrado em la Persona
17 a 23 de abril de 2005 – Balneário Sólis – Uruguai